En una vieja poesía para niños figura la “Muhme Rehlen”. Como la palabra “Muhme” no me decía nada, esa criatura se convirtió para mí en un espectro: la “Mummerehlen”. La mala comprensión me alteraba el mundo, aunque de manera adecuada, ya que me señalaba el camino que conducía a su interior. Para ello cualquier estímulo era válido. (…) Así dio la casualidad de que en una ocasión se hablara de grabados en mi presencia. Al día siguiente saqué la cabeza de bajo la silla, y eso era un “grabado” para mí.* Aunque con ello me deformase a mí mismo y deformase a la palabra, no hacía sino lo necesario para arraigarme en la vida.
Walter Benjamin, Sobre la fotografía